El Manantial: Argumento, resumen, análisis y más

El Manantial fue el primer gran éxito de Ayn Rand en Estados Unidos y la novela que cimentó su reputación como madre del Objetivismo. Descubramos juntos su trama y aventuremos su análisis.

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Promotora del individualismo acérrimo enfrentado a un mundo de cruel medianía, El Manantial es una de las obras más populares dentro del ámbito juvenil desde hace casi ochenta años.

¿Quién fue Ayn Rand, autora de «El Manantial»?

Para examinar adecuadamente esta peculiarísima obra de ficción filosófica llamada El Manantial, debemos dibujar a grandes rasgos la existencia, carácter e ideología de su creadora ruso-americana Ayn Rand. Deberemos movernos un poco a la Rusia de los primeros años del siglo XX, un hervidero de eventos revolucionarios que moldearon la vida de las generaciones eslavas subsiguientes.

Ayn Rand no fue más que un seudónimo fabricado a partir de una combinación de palabras hebreas y grafías características del sistema cirílico. Su verdadero nombre era Alisa Zinovyevna Rosenbaum, de familia judía, como es obvio. Apenas en su infancia de nueve años observó el ascenso de la Revolución Bolchevique y con ella vinieron progresivamente la expropiación, el hambre y la purga.

El Estado soviético pronto tomó control del negocio farmacéutico de su padre, condenando a la familia a la errancia desamparada por Crimea. Y la joven Alisa fue pronto también apartada de su universidad, donde su mente brillante se destacaba en la Pedagogía Social y la Historia. El exilio a América del Norte fue inevitable, dejando al resto del núcleo familiar detrás.

Con este telón de fondo es que puede entenderse la personalidad divisiva de Rand en su vida personal y en la vida política estadounidense. Víctima de un Estado totalitario, marxista y de orientación colectivista, Rand propondría un individualismo radical, orgullosamente egoísta y exaltador de un extremo libre mercado.

Tras ejercer de guionista de Hollywood durante unos años, la autora rusa se dedicaría a predicar su ideología a través de novelas, ensayos y activismo político, provocando un importante impacto en la cultura popular de EEUU. Su pensamiento fue interpretado como una inyección de vida al conservadurismo de élite tradicional, al mismo tiempo que su figura se aliaba con la paranoia macartista.

Cuando murió en 1982, su ataúd fue acompañado de un gigantesco arreglo floral en forma de símbolo de dólar. Tal vez es uno de los grandes símbolos que logran resumir gran parte de lo que significó su vida en América. Aún hoy sigue siendo una figura extremadamente polarizante, aún entre los mismos conservadores.

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El pensamiento objetivista

Dado que en sus dos obras novelísticas mayores, The Fountainhead (El Manantial) y Atlas Shrugged (traducida como La Rebelión de Atlas en castellano) Rand se ocupa sobre todo de exponer en forma narrativa su filosofía personal, valdrá la pena describir brevemente en qué consiste el llamado Objetivismo.

El Objetivismo es un sistema filosófico que plantea primordialmente un enfoque racionalista e individualista en el proceder ético. Para los objetivistas, la naturaleza de la realidad es algo inequívocamente existente y capaz de ser percibido plenamente por los sentidos.

De hecho, la consciencia humana no puede ser admitida sino en relación con aquello de lo que es consciente. No existen relativismos subjetivos en esta perspectiva, simplemente la aceptación de lo que ya es y que precede al pensamiento.

De esto se colige que la manera de entrar en contacto con esta realidad objetiva debe ser necesariamente la razón, entendida como la facultad de identificar e integrar con método claro y desapasionado el material proveído por los sentidos. Esto descalifica los métodos históricos de percepción irracional como la emocionalidad desnuda, la pretendida intuición sin forma o la religiosidad.

El descarte de todo precepto proveniente de métodos irracionales como la religión o el sentimentalismo conduce necesariamente a la doctrina ética basada en el interés propio. Si bien esto puede chocar con la tradición de caridad del mundo occidental, el egoísmo ético y racional se planta sobre el reconocimiento de la individualidad como unidad sagrada, no susceptible a ser dominada por otros.

Cada individuo del mundo tiene como norte la adquisición de su propio bienestar y plenitud, sin menoscabar ni oponerse al norte de felicidad de otros individuos. Naturalmente, el autosacrificio queda puesto en entredicho, pues cada quién debe ocuparse de sus propios objetivos éticos, sin entregar toda su existencia a otros ni esperar esa misma entrega del prójimo.

La preocupación por la individualidad amenazada se hace casi obsesiva en la breve obra narrativa de Ayn Rand. En otra de sus novelas llamada Anthem, se plantea una cruenta distopía en la que el artículo inglés I (Yo) ha caído en forzado desuso, siendo sustituido en todo momento por el We (nosotros). En la que es considerada su obra maestra, Atlas Shrugged, se vuelve a dibujar un futuro distópico con sistemas represivos y colectivistas.

¿Cuál sería la expresión política y económica de estos conceptos de individualidad racionalista y objetiva? Pues el capitalismo de libre mercado sin regulaciones económicas. Es el único sistema, según Rand, que establece un orden de intercambio en condiciones de igualdad, sin imposiciones por la fuerza y para el beneficio mutuo.

La filósofa pone, con originalidad para su época y circunstancia, el acento en las razones morales para asegurar el mantenimiento del capitalismo por encima de las razones materialistas: el mayor bien del libre mercado es la salvaguarda de la libertad de los individuos, que logran una cooperación consensuada y digna.

El sistema estatal reserva sus recursos para intervenir sólo en casos en que sea necesario defender el orden socioeconómico de alguna amenaza importante para su supervivencia, como el crimen o un conflicto interno inmanejable que deba resolverse en paz, mediante organismos superiores de seguridad, ejército y cortes legales, por el bien de todos.

En el siguiente vídeo se describen gráfica y brevemente los puntos centrales de la ideología de Rand. El resumen es quizá un tanto simple, pero resulta funcional para ubicarnos con soltura dentro de la teoría en los límites de este artículo.

Si bien los intelectuales a nivel global no fueron particularmente proclives a aceptar el objetivismo randiano, la ideología ha sido poderosa a nivel popular y sigue ganando adeptos entre los sectores empresariales, conservadores y libertarios, sobre todo en Estados Unidos.

No es difícil imaginar por qué. La filósofa supo darle molde a su pensamiento, deudor tanto de Aristóteles como de Nietzsche, dentro de un atractivo estilo representativo del ideal estético objetivista, el realismo romántico. Un abierto oxímoron que intentaba devolver el talante heroico individual a la realidad palpable de todos los días.

El Manantial, un arquitecto rebelde

La lectura crítica de El Manantial (1943) ha quedado algo opacada por la siguiente novela de Rand, mucho más universal, icónica y exitosa, Atlas Shrugged (1957). Sin embargo, los objetivistas pueden señalar con piedra blanca el día de su publicación. Se trató del primer gran éxito literario de su líder, el primero que le trajo verdadera notoriedad y cierta fortuna como para considerar una carrera a tiempo completo en el mundo de la filosofía novelada.

Las condiciones eran muy distintas para Rand al abordar las primeras etapas de la novela. La autora alternaba entre el trabajo de guionista y vestuarista para el gran productor Cecil B. DeMille, el activismo político entre conservadores y el trabajo dramatúrgico de pocos resultados comerciales, apenas sobreviviendo.

En esta circunstancia, decidió arriesgarse con un proyecto personal, abandonando los temas que había tratado hasta el momento, inspirados en su dura vida pasada como Alisa en Rusia. Y se embarcó en el desconocido mundo de la arquitectura moderna para El Manantial. Para ello, se aprestó a investigar sobre el tema, leer sobre la biografía de sus grandes maestros e incluso tomó un trabajo no pagado de mecanógrafa en la oficina de un renombrado arquitecto neoyorquino.

Varios años después, la búsqueda de editores era igual de ajetreada que el trabajo creativo. Doce editores rechazaron la novela, hasta que uno de ellos forzó a su compañía a aceptarla, amenazando con renunciar. Rand, por fin libre para dedicarse a tiempo completo al libro con sueldo fijo, trabajó largas horas bajo el efecto de anfetaminas para lograr cumplir con la fecha límite. Los efectos del medicamento, insomnio y cambios radicales de humor, se hicieron permanentes en su vida posterior.

El resultado fue esplendoroso a pesar de todos los retrasos y obstáculos. El Manantial apareció en la lista de bestsellers del año 1944 y también de los siguientes. Fue de inmediato adaptada al cine con Gary Cooper en el papel protagonista. Provocó la formación del primer gran grupo de seguidores de Rand, la Clase del 43, que serían los principales difusores de Objetivismo. Y la novela acabó siendo un clásico de la lectura juvenil, conquistando también a varias generaciones del círculo de arquitectos, quienes la consideran una inspiración.

¿Pero de qué trata exactamente El Manantial para atraer tanto público cautivo? Esencialmente, de la oposición entre la individualidad creativa y el conformismo colectivista, entre el intento de dominar a las masas mediante conceptos artificiales de igualdad y el deseo de expandir los productos del propio ego con integridad y talento en beneficio común. Lo veremos revisando someramente su argumento.

Argumento de «El Manantial»

La novela, ambientada en los años 20, es un relato de oscuros manejos elitescos, demostraciones de poder, manipulaciones y tensiones eróticas de difícil resolución. Un formato que podría haber desembocado en un relato habitual de novela negra queda, sin embargo, supeditado a la luminosa y aséptica ideología de heroísmo moderno sostenida por Rand.

Desde el inicio de El Manantial se nos plantea una oposición fundamental entre dos tipos de caracteres: por una parte, el vacuo, amoral e influenciable Peter Keating, artista frustrado y arquitecto forzado sin talento, ocupado únicamente en trepar por la escena social mediante el servilismo.

Por la otra, el máximo héroe de la filosofía randiana de esta narrativa, el protagonista Howard Roark, un intransigente, viril, lacónico, dotado e indoblegable arquitecto, de grandes ideas originales y orientación marcadamente individualista.

Ambos personajes son compañeros del Instituto de Tecnología Stanton, pero, como es de esperar, Roark es expulsado por sus fuertes posturas en contra del tradicionalismo arquitectónico, mientras que Keating se gradúa con el máximo honor, listo para incorporarse a prestigiosas firmas de su gremio en New York.

Los paralelismos entre ambos siguen desarrollándose en la gran urbe. Mientras que Keating se involucra de lleno en juegos maquiavélicos para asegurar su posición dentro de la firma Francon & Heyer, purgando la organización de posibles rivales y provocando la muerte de Heyer, Roark se alía con Henry Cameron, otro arquitecto talentoso pero apartado por la sociedad, para producir trabajos excelentes, pero entre graves problemas financieros.

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El Manantial fue adaptada al cine en 1949, con Gary Cooper y Patricia Neal en los papeles protagónicos.

Keating no ha olvidado a su antiguo compañero Roark, quien lo ayudó con brillante soltura en sus primeros proyectos, por lo que decide convocarlo apenas Cameron anuncia su retiro. El choque del héroe con Francon estaba cantado. Roark simplemente se niega de nuevo a trabajar según los convencionalismos clásicos y es despedido también de la firma, viéndose obligado a laborar en una cantera de granito, propiedad de Francon.

Allí se desata un extraño, intenso y polémico romance. La hija de Francon, Dominique, hermosa e independiente columnista del periódico The New York Banner, se siente inmediatamente atraída por el marginado arquitecto. Juntos inician un romance tan repentino, conflictuado y brutal que ha provocado que ciertos sectores del feminismo acusen a la novela de condonar la violación.

En todo caso, los sentimientos de Dominique son profundamente contradictorios. Mientras su amante intenta retomar su carrera con nueva clientela, la columnista se esfuerza en denunciar su trabajo rompedor públicamente, sin cesar de acudir a encuentros clandestinos con el arquitecto, de naturaleza sexual.

Ambos mundos, el profesional y el íntimo, estallarán en un lío de grandes proporciones. En un gran encargo propuesto a Roark, el exótico Templo del Espíritu Humano, el arquitecto incluye además una estatua modelada según las proporciones exactas del cuerpo de Dominique.

El contratista Hopton Stoddard y Ellsworth M. Toohey, otro agresivo columnista del New York Banner, villano de tendencia tradicionalista en su estética y socialista en sus políticas, se unen en contra de Roark en una demanda por incompetencia y malas prácticas.

A pesar de que Dominique intenta defender por primera vez a su amante en público, el arquitecto pierde el caso y esto genera una desilusión y derrumbe ético en la mujer. Decide desde ese momento jugar según las reglas del mundo mezquino en el que le ha tocado vivir, casándose con Keating, traidor de Roark durante el juicio, y ejerciendo como su promotora sin escrúpulos.

La pareja formada por Dominique y Keating no conoce límites. Necesitado éste de una comisión ofrecida por el dueño y editor principal del New York Banner, Gail Wynand, admite que su esposa seduzca a su jefe para ablandarlo a la propuesta. Pero el contacto erótico no termina allí. Wynand se encuentra tan fascinado por Dominique que la comprará a Keating, provocando un divorcio acordado y casándose después con ella.

En una irónica torsión de los acontecimientos, no sólo Wynand contrata a Roark para diseñar la casa en la que vivirá con su nueva esposa, ignorando sus relaciones pasadas. También un fracasado Keating hace contacto de nuevo con el proscrito, buscando ayuda para llevar a buen término el proyecto de viviendas Cortlandt, para cuya construcción fue contratado por mediación de Tooney.

Roark acepta el trabajo bajo la condición de anonimato inviolable y conservación de la idea original para el proyecto. Desafortunadamente, el temperamento débil de Keating vuelve a manifestarse, permitiendo modificaciones cruciales en el diseño de Roark por presión pública. En este momento, el arquitecto toma la decisión hacia la cual se ha dirigido toda la novela: dinamita las bases de su propia obra en Cortlandt. La prefiere destruida antes que su visión personal sea distorsionada.

Roark es sometido a un segundo juicio, como criminal. Pero esta vez gana mediante el ejercicio de una cuidada retórica objetivista. Antes el jurado, el arquitecto hace una larga defensa de la individualidad, la originalidad y la integridad. Luego de la declaración de inocencia, Wynand, que había traicionado por debilidad a Roark denunciándolo desde su periódico, se ve sin esposa ni amigos y cierra su periódico.

Sólo hace a Roark un último encargo: un gran rascacielos que simbolice el triunfo monumental de la individualidad humana. La novela termina con Dominique y Roark encontrándose año y medio después, al tope de la enorme estructura acerada del monumento. Desde allí, contemplan con serenidad la ciudad de New York, como marido y mujer.

El Manantial propone un contraste feroz entre el hombre que defiende hasta las últimas consecuencias su visión única y el que se autodestruye, plegándose al gusto de la normalidad aceptada por el colectivo. Su idealismo, problemático pero punzante, sigue estimulando a millones de lectores.

Hasta aquí nuestro artículo sobre El Manantial, de Ayn Rand. Dado que esta autora tuvo preferencia por expresar sus ideologías a través de la ficción distópica, quizá te interese leer también este otro texto, dedicado a Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley. Un libro que también describe un futuro temible para el individuo. ¡Sigue el link!

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